Siempre
ha sido una relación difícil pero imprescindible la de la estética y la ética.
Es muy complicado hacer una buena historia del arte sin razonar la ética que
transmite. Al leer las obras de Valeriano Bozal, uno de los mejores
historiadores del arte con que contamos en España, sobre Goya, Johannes Vermeer
o Piero della Francesca, inmediatamente se nota que el autor salta de la
descripción pormenorizada y detallista y entra en la esencia de la sociedad en
la que el autor pintó, para hacernos entender su actualidad, su conexión con el
presente y la universalidad de su obra. Valeriano Bozal conoce bien el arte del
siglo XX, incluido el de Castilla y León. De hecho, a sus muchos premios hay
que sumar el que nosotros mismos le dimos, el Premio Arcale 2002. Se trata de
un premio que concede la Junta, nuestro Ayuntamiento y la Fundación Cristóbal
Gabarrón.
Valeriano
Bozal fue el presidente del Patronato del Museo Reina Sofía en los años
noventa, precisamente cuando se decidió que el Guernica debía trasladarse del Casón del Buen Retiro, es decir, del
Museo del Prado, al Museo Reina Sofía de Arte Contemporáneo. La decisión
conjunta de los Patronatos de ambos museos fue su traslado. Por mucho que
Picasso hubiera puesto la condición de que su cuadro colgase de los muros del
Museo del Prado y que las fuerzas de izquierda y los sindicatos se opusieran el
traslado se hizo aun a riesgo de deteriorar una obra cuyo estado era
lamentable. El tiempo había pasado y la realidad museística había generado otro
museo en el que poder leer la estética del cuadro en su ambiente propicio. Valeriano
Bozal tomó la decisión adecuada, aun sabiendo que el Guernica iba a perder parte de su carga política (ética) a favor de
la estética.
Tomar
una decisión así no es fácil, pero Valeriano Bozal la tomó sin pestañear y hoy
sabemos que fue correcta. ¿Por qué? Pues muy sencillo, porque sólo se pueden
tomar decisiones estéticas sobre el patrimonio si se tiene en cuenta la ética.
Valeriano Bozal pudo hacerlo porque a su condición de profesor de arte une su
formación de filósofo. Por eso sabe leer tan bien las obras y su relación con
la sociedad en la que surgieron.
La Comisión
Territorial de Patrimonio ha decidido que sea el experto en nuestro patrimonio artístico
de los siglos XVI y XVII Antonio Casaseca Casaseca, el que emita el informe
sobre la pertinencia de retirar la obra del escultor Damián Villar (1917-2003),
escultor que realizó el medallón de Franco. La Comisión al dar a Antonio
Casaseca Casaseca el cometido de realizar un informe como experto ha tenido
gran acierto y cubre el plano estético. Desde este punto de vista sólo caben
dos posibilidades: la permanencia de la obra o la intervención artística en ella.
Esta segunda es muy compleja y en realidad ya se ha hecho en el 2005
incorporando los medallones de Amadeo de Saboya, Alfonso XIII, la Primera
República y la Segunda República. En especial los dos últimos son una
compensación ética para salvar la permanencia estética de Franco. Pero no fue
una compensación ética completa. De haberlo sido tendríamos en nuestra Plaza
Mayor los retratos de Emilio Castelar y de Manuel Azaña. La Comisión
Territorial de Patrimonio no ha cumplido su cometido al no ponderar el sabio
criterio estético con el ético. Sabe a ciencia cierta que designar sólo a un
experto de estética conduce a la salvaguardia de la obra de Damian Villar
realizada para estar donde está. Los Comisionados han de recordar que sus
decisiones han de estar en consonancia con el sentir de los ciudadanos, en
especial con los de aquellos que van a sufrir sus decisiones, como bien decía
J. Dewey, uno de los máximos expertos en ciencias políticas de los EE.UU.: «Making
democracy means ensuring that those who bear the consequences of decisions have
a fair share in making them.» (Hacer democracia significa asegurarse de que
aquellos que sufrirán las consecuencias de las decisiones tienen una participación
justa a la hora de tomarse). Por esta razón es una equivocación no nombrar a
una persona experta en ética para que también les
ilustre. La Comisión ha de servirse de la ética en esta situación, necesitan el
consejo de una persona como Valeriano Bozal. De lo contrario, lo único que
tendrán encima de la mesa será un informe sobre el daño estético causado a un
edificio del siglo XVIII y a un escultor del siglo XX. Y ante ese argumento por
el lado estético sólo cabe decir que el daño estético a la Plaza se causó en
1937 y que ahora hay que remediarlo. Como se puede observar un criterio muy endeble
este último. Pero la Comisión debería entender que la defensa, que
probablemente va a presentar Antonio Casaseca Casaseca, es tan débil como decir
que el daño se hizo en 1937 y que ahora se debe reparar. Sencillamente está
fuera de lugar, pero tan fuera de lugar como sólo pedir un informe por el lado
estético.
Comisionados,
hay que hacer el viaje de la estética a la ética o ¿acaso la humillación de los
familiares de las víctimas que pasan y pasarán al lado del medallón de Franco puede
tener la consideración de goce estético?
Santiago
M. López