Fue el último de los 19 salmantinos internados en el fatídico “campo de los españoles”, de
los que 13 fueron asesinados, casi todos en 1941 y 1942, y en Gusen. Allí pasó a ser el
número 56579, también como mecánico, y fue destinado a un subcampo especial,
Schwechat, localidad cercana a Viena, donde se ubicaba el aeropuerto de la capital
austriaca y donde los nazis suministraban mano de obra esclava para distintas industrias
bélicas, entre otras la fabricación de aviones Heinkel. Allí los prisioneros tuvieron que
sobrevivir no solo a las condiciones inhumanas a que eran sometidos por los SS, sino
también a los bombardeos de la aviación aliada, especialmente intensos desde prinjcipios
de 1945. Los ataques aliados generaron desplazamientos de prisioneros, de manera que
Tomás Calleja pasó de nuevo al campo central. Probablemente su aprovechamiento como
obrero especializado le facilitó la supervivencia durante los 14 meses que estuvo internado
en Mauthausen, en un periodo en el que, además, los republicanos españoles que
sobrevivían tenían ya redes de cooperación interna.
Tomás Calleja, un 5 de mayo de 1945, pudo vivir el día de la liberación de Mauthausen y de
su propia libertad. Años después, contemplando en una revista de historia la foto de la
liberación encabezada con la panliberación encabezada con la pancarta “Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas
liberadoras”, aseguraba que él estaba en esa foto, aunque no fue capaz de identificarse.
Como para el resto de los supervivientes españoles de los campos de concentración nazis,
el país de la libertad no fue la España de Franco.
Fue Francia el país que les acogió,
reconociendo su aportación en la lucha contra el nazismo. Tomás se afincó en La Que les
Yvelines, una pequeña población al oeste de París, donde en 1946 pertenecía a la sección
local del PSOE.
También fue Francia el país que le facilitó sobreponerse a las secuelas físicas de la
deportación, que le llevaron a estar hospitalizado y a vivir buena parte de su vida con un
ano artificial. Fue precisamente en un hospital donde Tomás conoció a Margarita, la
enfermera que lo cuidaba y con la que se casaría el 13 de julio de 1962.
Margarita era hija de una familia donostiarra también exiliada en Francia y unos años
después se trasladaron a vivir a Cambo-les-Bains, en Bayonne, Francia. Allí Tomás Calleja
mantuvo su pertenencia a las secciones de UGT y PSOE de Bayonne. Y allí también pudo
restablecer contacto con su familia española, algunos de cuyos miembros le visitaron en su
exilio francés durante el último periodo de su vida. De esas visitas, un recuerdo imborrable:
“Era digno de admiración por ser capaz de rehacer su vida, por su optimismo y buen ánimo
para disfrutar de la vida…” (Maria Antonia Borragán).
Tomás Calleja falleció en Cambo-les-Bains en febrero de 1979 a los 80 años. A pesar de
residir muy cerca de la frontera española, no llegó a pisar de nuevo España