CÁRCEL DE SALAMANCA
Tengo siete años cuando voy con mi tía Patrocinio a llevar a la cárcel de Salamanca comida caliente a mi tío Raimundo. Desde la explanada de Mirat que a mí me parecía enorme, le daba con el pañuelo en la mano despidiéndome y el estaba detrás del cristal de una ventana. Recuerdo de ir a verlo y estar mucha gente de un lado de los barrotes y el salía con más hombres y llegaba a otros barrotes porque recuerdo que no le podía dar un beso. La explicación que me dieron en casa porqué estaba en la cárcel fue que estaba enseñando a leer y escribir a los reclusos y en aquel momento lo creí. Pero puede salir a la puerta y me afirman rotundas: «Es que los presos se escapan». Y lo acepto. Pero por poco tiempo. Las pocas salidas que mis tías, Carmen, esposa de Raimundo y Patrocinio, eran a casas de familias que tenían familiares en cárceles y yo veía que lloraban. Íbamos a casa de Don Juan Francisco, Inspector de Maestros, destituido; le mataron a un hijo. En la calle de Ramos del Manzano visitábamos a Pilar Prieto Briones, hija del Inspector de Veterinarios; más tarde supe que fusilaron a un hermano muy joven. A casa de Doña Ramona, esposa de Don Dionisio, que tenía dos niños con quien yo jugaba y vivían en una casita adosada a la casa de protestantes, esquina al Paseo de Canalejas, a la que entrabamos por una puerta pequeña que estaba sobre las vías del tren, pasando un puente. Supe con los años que a D. Dionisio le habían condenado a la pena de muerte. Y muchos días bajamos a ver a la señora Isabel, viuda de Hipólito Froufe, madre de varios hijos que estaban en las cárceles. Venían con frecuencia a casa las hermanas Escolar, Tere y Mary, y mi tía Carmen les daba una tableta de chocolate para los paquetes de comida que enviaban por correo a las cárceles. Como mi tío Raimundo enseñaba a leer y escribir a presos analfabetos y, buenos compañeros, correspondían con él haciendo preciosos juguetes para mí; eran unos verdaderos artistas. Lo que se me ha quedado grabado es que después de salir Raimundo de la cárcel, creo que el día de Viernes Santo, iba con él a la Iglesia de las Bernardas y esperábamos en la explanada de Mirat la procesión que formaban los nazarenos vestidos con capuchones portando cirios, porque ese día sacaban de la Cárcel de Salamanca a un preso.
LA FAMILIA FROUFE CARLOS
Y LA CÁRCEL DE SALAMANCA
Éramos diez hermanos; todos –menos Tinita, discapacitada- más el padre, conocimos alguna o algunas cárceles. Por ésta de Salamanca, si no me equivoco, pasamos cuatro.
Agustín, con 22 años, recién terminada su carrera de Derecho, Secretario Político de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) –antes lo fue de las Juventudes Comunistas- fue inmediatamente detenido por los sublevados fascistas del 36 y encarcelado. Juzgado (juicio contra la JSU) fue condenado a muerte. Su hermano Jenaro, falangista, le consiguió el indulto, pero los militares lo volvieron a juzgar, de nuevo lo condenaron a muerte y la madrugada del 20 de junio de 1937 fue fusilado junto a cuatro inolvidables compañeros (Leandro Sánchez Gómez, Juan Iglesias Peral, Manuel Alba Ratero y Manuel Fiz Fonseca). Recuerdo venir a la cárcel a traerle comida caliente en aquellas tarteras que tenían en la parte inferior un recipiente con brasas de carbón para que no se enfriara la comida. ¡¡¡Tengo tantos y tan agradables recuerdos de él!!! Digo; para toda la familia su muerte fue tan cruel tragedia que pronto nuestras vidas perdieron todo su valor. Yo, con mis once años, no entendía por qué no salíamos a morir matando a los que lo habían matado.
Merece también el recuerdo del hermano mayor, Juan Manuel. Encarcelado aquí sin acusación alguna. Era el único preso que no obligaban a ir a misa los domingos y, es que en la ficha de entrada en la cárcel declaró que el era protestante, pero no católico (a los ateos o agnósticos sí los obligaban a ir a misa). En plena guerra civil piden voluntarios para ser canjeados por presos de la “zona roja” y se presenta él sólo; los compañeros le dijeron que estaba loco, que lo iban a fusilar, pero ni lo fusilaron ni lo canjearon. Pasado un tiempo se repite la petición de canje y, en esta ocasión ya son 12 los valientes que de apuntan. Y, en efecto; poco después son llevados a Irún para realizar la operación; pero que ironía; sólo once son tenidos en cuenta y uno se queda; no necesitan ustedes hacer mucho esfuerzo para saber quien fue. Lo dejaron en una prisión de Azpeitia. El pueblo vasco procuró ayudar a los presos que no tenían quien les cuidasen y designaron a una chica, Pilar Ayerbe, para que lo visitara, le llevara alguna comida o algún dulce y le lavara la ropa. Acabaron enamorándose a través de las rejas y se casaron en París, mucho tiempo después, con … ¡¡¡sesenta años!!! Y le precede una larga historia pero … ya nada tiene que ver con la cárcel de Salamanca.
Aníbal y yo fuimos detenidos el 14 de abril de 1947. Motivo; unas octavillas recordando la Segunda República. Corte de pelo al cero como medida sanitaria y lavado de la nave central para que tomáramos conciencia de dónde estábamos. Cubos de agua y bayetas de cabo a rabo.
De mi vida carcelaria puede que lo más interesante a título personal sea la experiencia de las “comunas” en las que todo se repartía. Quizás sea de interés recordar que, 2 años después de finalizada la guerra contra el nazismo y el fascismo, en la ésta cárcel de Salamanca –y supongo que también en otras de la España franquista- , cómo decirlo, “residían” nazis alemanes y fascistas italianos. La cárcel era el lugar más seguro para no caer en manos de la justicia y sobre todo del espionaje judío en busca de genocidas del holocausto. Después de un tiempo desaparecían porque el franquismo les había conseguido pasaje para la República Argentina o Paraguay u otro país de América.
También pasó por esta cárcel mi padre, pero eso sólo tiene interés familiar.
Germán Blanco Calvo, con su mandil de carnicero.
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