Mi abuelo Victorino García Calzada nació el 4 de septiembre de 1897 en Boada, trabajó de jornalero. Le gustaba leer pintar y dibujar en sus ratos libres. En 1921 se casó con Rosario Sánchez Moro, descendiente por vía parental de Julián Sánchez llamado "El Charro". Mi abuelo, hombre culto, a pesar de su condición de trabajador a sueldo, decidió que su futuro no debía estar ligado a un país donde los derechos de los trabajadores no estaban muy bien reconocidos y se marchó con mi abuela Rosario a Francia al poco tiempo de tener el primer hijo al que pusieron de nombre Juan. Allí encontró una vida digna, con un trabajo bien remunerado lo que les permitió crear una familia. En 1924 nació mi padre Andrés cerca de la frontera belga y un par de años más tarde mi tía Rosalía en Troyes, algo más al sur. Sé que cuando se instauró la república en 1931 mi abuelo llegó tarde a casa porque estuvieron festejando el acontecimiento en un bar del pueblo donde estaban viviendo.
Este hecho condicionó el futuro de su vida ya que al poco tiempo hicieron las maletas y se volvieron para España puesto que las condiciones políticas se habían equiparado a las francesas. Hasta el año 1936 mi abuelo siguió trabajando de jornalero, pintó el escudo de la república para la Sociedad de Socorro y fue secretario de La Casa del Pueblo de Retortillo ya que las condiciones de libertad, de educación (hubo un maestro de la Institución Libre de Enseñanza llamado D. Marcelino) de sanidad y sociales fueron mejorando con la contribución de los trabajadores como mi abuelo, hasta que estalló la guerra "incivil".
El día 9 de agosto de 1936 un camión conducido por falangistas se personó en el pueblo y D. José, que así se llamaba el cura, dejó que detuvieran a mi abuelo y a su cuñado, el hermano de mi abuela Rosario, Heliodoro. A ambos los metieron en la secretaría del ayuntamiento a modo de prisión en la que permanecieron toda la tarde y noche. La hermana de mi abuela, Nemesia, les llevó algo de comida que se la dio por un ventanuco. A la mañana siguiente los sacaron y los metieron en el camión con destino la cárcel de Salamanca. Fueron despedidos por los niños y niñas de la escuela forzados a salir de ella para despedirlos. Esa fue la última imagen que vio mi abuelo del pueblo de Retortillo: niños y niñas despidiéndole a la fuerza, las niñas lucían lazos blancos en el pelo, les dijeron que era en señal de paz, para que la guerra se terminara pronto (me lo ha contado mi madre que fue una de ellas).
El viaje duró poco, unos seis kilómetros, al llegar a los puentes de Castillejo en el río Yeltes, los bajaron y allí mismo los mataron, no sé los detalles ni me interesan, sé que viniendo con los cuerpos de los dos infortunados los abandonaron al pasar por el río Huebra, cerca de Muñoz, es posible que allí, junto a las tapias del cementerio o debajo de ellas, ya que fueron cambiadas de posición, sigan los restos de mi abuelo y del hermano de mi abuela que aún siguen gritando MEMORIA, DIGNIDAD, JUSTICIA Y LIBERTAD!!
Victorino García Calderón
Luis Calvo aborda en la entrevista su faceta más humana a
partir de sus recuerdos de niño. Ofrece un testimonio de lo que significaron
los años de dictadura en Salamanca en el seno de una de las cientos de familias
que el régimen tenía en el punto de mira por el pasado político de alguno de
sus miembros. Hoy, trabaja desde el PSOE con un solo sentimiento, la justicia,
que le impulsó a crear el grupo de trabajo "Memoria y Dignidad" que funciona
desde mediados de diciembre.
¿Cómo surge en el PSOE la idea de crear este grupo de trabajo?
Yo he sido el promotor con la autorización lógicamente de la Ejecutiva
Provincial. A mi padre lo asesinaron el 4 de octubre de 1937, pero en este tema
no nos anima ningún tipo de venganza. Es una iniciativa interna del partido con
la que pretendemos que se establezca un principio de justicia, algo que sucede
en muchos casos y muchas situaciones a lo largo de la vida como ahora estamos
viendo con la masacre de los trenes en Madrid.
¿Qué les impulsó a tomar esta iniciativa?
Sin duda, la deuda histórica que tiene contraída el PSOE. Hay que tener en
cuenta que más de un 90 por ciento de los asesinados en Salamanca eran socialistas.
Aquí había muy pocos comunistas o de la CNT. Tampoco podemos olvidar que en
1936 había en la provincia 82 casas del pueblo.
¿Qué relación tiene con la Asociación Salamanca Memoria y Justicia?
Nuestra idea es buscar información en toda la provincia para facilitársela a
esta asociación que está legalizada hace más de un año e incluso cuenta con una
página web con datos de fusilados.
¿Hay interés entre los salmantinos en buscar a sus familiares desaparecidos?
Hay que tener en cuenta que estamos hablando de hechos que ocurrieron hace 68
años, pero es curioso que ahora sí se observa el interés de un sector de la
población, que son los nietos de los asesinados. La pena es que han tenido que
transcurrir tantísimos años para que hablemos de este tema. Han estado
olvidados.
¿Existe aún miedo a hablar de estos asuntos?
Sí, todavía hay mucha gente que tiene miedo a comentarlo. No se atreven a decir
nada, esa es la realidad. Son remisos a contar lo que le sucedió a su padre,
aunque de éstos ya quedamos pocos, porque principalmente es a sus abuelos.
Al margen de esta asociación y de su grupo de trabajo, ¿cuándo se empieza
trabajar en Salamanca en este tema?
Yo me puse a trabajar en ello a medida que me voy enterando de que existe una
gran cantidad de personas que ni siquiera han podido recoger los restos de sus
familiares. En el año 1978 en Salamanca fuimos pioneros en las exhumaciones
nada más que llegó la democracia. Hicimos la primera en La Pinilla, donde
estaban doce compañeros de Barbadillo. El hijo de uno de ellos nos dijo el
lugar exacto. Los desenterramos y supimos por el calzado si eran hombres o
mujeres. Al final había 13 cuerpos, uno pertenecía a una joven maestra de
Zaragoza.
Y actualmente, ¿en qué está trabajando?
Lo último que hemos recibido es el caso de 16 personas que fueron asesinadas
sucesivamente, no de golpe, en el monte de Gargabete. Tenemos constancia
documental de que están enterrados a la entrada de Pelabravo, en la zona donde
estuvo el cementerio, y esperamos desenterrarlos en primavera. Además cuando
hagamos la exhumación queremos dedicarle un ho- menaje al alcalde del pueblo en
aquella época.
¿Por qué motivo?
Fue una persona que merece la pena recordar. Se llamaba Mateo y supongo que
sería de derechas, pero no permitió que asesinaran a ninguno del pueblo. Tuvo
un comportamiento ejemplar porque además tampoco dejó que en su municipio
quedaran cadáveres tirados por el monte. Los recogían con un carrito y los
llevaban al cementerio, donde habilitaron una fosa común y los fueron
enterrando.
¿Qué lugares servían en Salamanca para los fusilamientos?
Hay una serie de montes en los cuales se asesinó a mucha gente. Había dos
grupos: a unos los detenían y los traían a la cárcel de Salamanca y aquí los
juzgaban, mientras que a otros los trasladaban hacia Burgos o Valladolid y los
fusilaban por el camino. A estos últimos los metían en grandes camiones y los
llevaban al matadero en el monte de La Orbada.
¿Qué datos hay de esta zona?
Ahí, en grandes fosas, se supone que siguen enterrados muchos. En La Orbada
mataron por ejemplo a Castro Prieto Carrasco, que era el alcalde de Salamanca y
profesor de patología humana en la Facultad de Medicina, y a José Andrés y
Manso, que era el secretario provincial del PSOE y diputado salmantino.
¿Qué sectores padecieron más la represión en Salamanca?
Pues además de los socialistas como ya he explicado, fueron muy perseguidas las
personas que estaban en la reforma agraria. Hay que tener en cuenta que la
provincia era más rural que metropolitana y que en el campo se pasaron épocas
de mucha crisis. En 1933 llegó la reforma agraria que llevó la esperanza a los
jornaleros humildes y sufrieron las consecuencias después.
¿Existe alguna cifra sobre represaliados?
No sabemos todavía datos reales en Salamanca porque muchos están en el
anonimato. Por eso el partido quiere colaborar con la asociación para recabar
esa información. Por ejemplo, otro sector represaliado fue el de maestros y
también médicos, gente progresista que tenía deseos de libertad e igualdad.
Hubo más de 40 maestros asesinados en Salamanca.
¿Cuáles eran los motivos de los fusilamientos?
La causa general que figura en los documentos, aunque en muchos casos la han
tachado para que no se supiera, era adhesión a la rebelión o rebelión. Aquí
hubo fusilamientos hasta el año 40 ó 41 pero no se quemó ninguna iglesia ni se
mató a ningún cura. En el PSOE nunca se ha cuestionado la religión de nadie. A
Jesús Málaga nadie lo critica por ser comulgante. También están los casos de
Bono o de Peces Barba, que son católicos.
Detrás de cada fusilamiento hay un drama familiar, ¿no?
Efectivamente, cada caso tiene su historia. Hay que partir del hecho de que yo
tengo una relación ya de 476 personas, la mayor parte padres de familia. No
destruían sólo una vida sino el futuro de la familias, algunas con muchos
hijos, familias de Barbadillo... Yo tengo un listado enorme y nos quedan por
descubrir.
En su caso particular, ¿de qué acusaron a su padre?
Yo creía que mi padre había puesto bombas o había matado a alguien, pero cuando
me informé en el juzgado militar hace más de 20 años me llevé una sorpresa
porque suponía que habría creado algún desaguisado. Lo suyo fue adhesión a la
rebelión y no hace falta ser muy inteligente para saber quiénes fueron los
rebeldes. Él nunca empuñó un arma ni llegaría a defenderse siquiera.
¿Cómo fue el proceso hasta su muerte?
Lo detuvieron el 21 de julio de 1936 y estuvo en la cárcel 14 meses. Lo
juzgaron ante un tribunal de guerra el 24 de junio de 1937 y lo condenaron a
pena de muerte. Estuvo esperando que lo fusilaran hasta el 4 de octubre. Cualquiera
que tenga un poco de sentido común puede ver la situación, esperando a que
llegaran las once de la noche que los pasaban a capilla y cuando amanecía los
llevaban al cementerio para matarlos vilmente junto a las tapias.
¿Pudieron enterrar el cadáver?
Mis tíos habían reclamado el cadáver porque hubo mucho tiempo hasta que lo
asesinaron. Cuando llegó el fusilamiento, uno de mis tíos fue con unos amigos
al cementerio y un coche para recogerlo y enterrarlo en la tumba familiar.
¿Qué contactos tenía su padre con el mundo político?
Mi padre era secretario de la federación de conductores de Salamanca, era
sindicalista de UGT y militante del PSOE. Un militante quizá significado porque
acompañaba al secretario provincial del PSOE, Manso, con el coche a dar mítines
por la provincia. Luchaban por una sociedad más culta, más igualitaria, más
justa.
¿Cómo fue su vida desde entonces?
Los hijos de los rojos nunca tuvimos acceso a nada, estábamos mal mirados
siempre. Nos miraban con recelo porque había asesinado a nuestro padre, nos
llamaban comunistas. A mí, jamás se me pasó por la cabeza ser comunista. El
comunismo es dogmático y yo no creo en dogmas, son cuentos chinos. En el PSOE
siempre presumimos de la libertad y la justicia social.
¿De qué manera evolucionó ideológicamente en este ambiente?
Mi familia era de derechas, salvo mi madre, eran comulgantes y católicos y
desde pequeño me quisieron llevar por ahí. Pero yo me acordaba de mi padre, de
las visitas a la cárcel junto a mi madre. Veía a otros niños con padres y me
preguntaba por qué habían matado al mío. En el colegio conocí a Basilio Martín
Patino y juntos se nos fue abriendo la vida. Detestábamos el ambiente de la
postguerra en el que la Iglesia tenía un dominio absoluto sobre la gente.
¿Ha tenido deseos de venganza?
Desde pequeño odio la violencia aunque nunca he estado exento de un deseo de
venganza. En mi juventud, si me pudiera haber ido con los maquis lo habría
hecho, aunque me hubieran matado. Aquí hubo maquis en la sierra.
¿Se ha avergonzado alguna vez de su pasado?
Con el transcurso de los años nunca he ocultado de quién procedo. Me siento
orgulloso de haber tenido ese padre. Tras su asesinato me tocó dejar de
estudiar magisterio y ponerme a trabajar a los 14 años en la fábrica de Mirat
porque mi madre necesitaba el dinero. Luego entré en la UGT y en el PSOE.
¿Cómo vivió la época de la clandestinidad en Salamanca?
Desde el congreso de Suresnes en 1974, el partido fue cobrando vida pero aún
estaba en la clandestinidad. Aquí en Salamanca teníamos la sede en el Pozo
Amarillo. A la puerta había siempre dos policías de la brigada político social.
Todos teníamos miedo a que nos detuvieran. Allí empecé a fumar por el
nerviosismo de si nos iban a detener o no. Pero nunca pasó nada, nos respetaron
en la sede.
¿Qué piensa sobre la polémica con el Archivo de la Guerra Civil?
Yo quiero que se tome conciencia y la gente se pregunte dónde están los papeles
de Salamanca. Yo sé dónde están. Por ejemplo, en la cárcel de Topas donde
todavía existe el fichero de todos los que entraron en la antigua prisión.
Llegó a haber unos 6.000 prisioneros, el 90 por ciento de Salamanca.
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